La Vía Verde de Préjano es un corto ramal de la Vía Verde del Cidacos que discurre sobre un antiguo ferrocarril minero, afluente del que iba desde Calahorra a Arnedillo.
Este ramal ferroviario surgió como consecuencia necesaria de la construcción del ferrocarril de Calahorra a Arnedillo. De hecho, este último trazado se justificó en gran parte para transportar la producción de las minas de carbón de Préjano.
Ya que la línea principal no llegaba hasta las minas, sino que pasaba por el paraje de Ariñano, a unos 5 km, se tendió una línea minera, de ancho 60 cm, que transportaba el carbón hasta el ferrocarril de vía métrica de Calahorra.
Los comienzos de ambos ferrocarriles fueron, pues, parejos, iniciándose la explotación en 1924. En los primeros años de servicio, las vagonetas circulaban, en primer lugar, desde las bocaminas hasta la estación de Préjano-pueblo. Allí se formaban los convoyes que, remolcados por maquinillas de motor de gasolina, descendían hasta la estación de Préjano-empalme (o Ariñano), donde se trasvasaba el mineral a los vagones que la empresa minera tenía para el tráfico hasta Calahorra.
Esta situación se mantuvo hasta el año 1938, momento en el que el Estado asumió la explotación del ferrocarril Calahorra-Arnedillo, resolviendo la empresa minera cerrar el tramo desde Ariñano hasta Préjano pueblo. En este último lugar, las vagonetas mineras, remolcadas desde entonces por caballerías, trasvasaban su mercancía a camiones que, a su vez, la volvían a entregar a los vagones que desde Ariñano descendían hasta Calahorra.
Lo cierto es que la producción minera nunca fue muy generosa (la empresa minera sólo tenía dos vagones para el transporte de mineral hacia Calahorra) y la calidad del carbón era más bien mediocre. Hubo intentos incluso de montar una central térmica en Ariñano, pero curiosamente la obra, una vez construida, fue desmontada y se trasladó a otra región. Finalmente, los últimos restos del ferrocarril minero fueron clausurados, al tiempo que la línea de Arnedillo, en 1966.
Nuestra propuesta consta de 5km hasta el pueblo de Préjano, la Vía Verde de Préjano propiamente dicha, pero para llegar hasta el cruce debemos partir de Arnedillo y hacer 4km sobre la Vía Verde del Cidacos hasta el punto de unión de ambas rutas.
Cuatro kilómetros más adelante, tras cruzar por tercera vez la carretera de Préjano, llegamos a la antigua estación-cargadero de Préjano-Ariñano, actualmente ocupada por una explotación ganadera. La estación contaba con cocheras, un edificio de oficinas y robustos cargaderos para trasvasar el carbón extraído en las minas de Préjano al ferrocarril de Calahorra-Arnedillo.
En la estación de Préjano-Ariñano se separaban la línea principal y su ramal minero a Préjano. La Vía Verde del Cidacos prosigue, sobre la línea principal, hacia Calahorra.
Por el contrario, el rastro del tren minero, que de ahora en adelante guiará nuestros pasos, ascendía unos 200m y se introducía en un túnel 80m de longitud tallado en arenisca. Este túnel recto, en realidad una angosta galería diseñada para el paso de pequeñas vagonetas, era el primero que tenía que afrontar este ramal ferroviario en su camino de ascenso hacia las minas.
Precisamente, hoy en día, tanto el túnel como ese primer tramo que le precede son intransitables. Para sortearlos existe la siguiente alternativa: seguiremos por la Vía Verde del Cidacos y, a unos 400 metros de la estación-cargadero, tomaremos a la derecha un camino que, 250 m más arriba, alcanza la traza de la Vía Verde de Préjano.
Al desembocar en un punto intermedio de la vía retrocederemos, a la derecha, sobre la antigua traza. A unos 300 metros –ahora ya sí- se encuentra el km 0 de la Vía Verde de Préjano, situado en la boca de salida del antiguo túnel que comunicaba con el cargadero. De esta manera, el tramo hasta el inicio de la vía, si es que queremos disfrutarlo, habrá de ser necesariamente de ida y vuelta.
Volviendo sobre nuestros pasos cruzaremos, evidentemente por segunda vez, el barranco del Ombillo por un pontón realizado en sillería de bella factura. Podremos disfrutar de esta obra más placidamente desde una pequeña área de descanso que se ha acondicionado en sus inmediaciones. En esta zona existe así mismo un pequeño tramo escalonado que, si nos apetece, nos permitirá descender hacia el fondo del barranco.
Superado este barranco la ruta inicia un tramo de 2km en suave ascenso hasta el cruce con la carretera de Préjano. Discurre entre frutales y permite disfrutar de unas vistas excepcionales del valle del Cidacos. El trazado cuenta con barandillas para mejorar la seguridad, sobre todo si vamos con niños.
En el km 2 se cruza la carretera local de Préjano. Superado el cruce llegamos a una nueva área de descanso: el área de Las Viñuelas.
Un poco más adelante una mancha de pinos, rompiendo la tónica del paisaje, advierte de la presencia del área recreativa de Préjano. En esta zona se ha acondicionado un pequeño aparcamiento para los que quieren iniciar la ruta en este mismo punto.
Desde la vía se puede ver con claridad el torreón del castillo de Préjano, el inmueble sin duda más relevante de su modesto casco urbano.
En este lugar la vía efectúa un cerrado giro a la derecha, enfilando hacia el segundo y último túnel de esta ruta. Se trata del túnel de Préjano, de 80 metros, e iluminado. A la salida de la galería la vía reaparece frente a un pequeño barranco que se salva por un angosto puente, original del ferrocarril minero. Su altura, en relación a su anchura, asombra: 6 metros.
A la salida del puente la ruta confluye en un camino rural. Por éste se recorre un tramo de 700 metros que nos lleva a la explanada del Cargadero de los Palomares, acondicionada como área de descanso.
La Vía Verde prosigue por un camino rural durante un kilómetro más, hasta el yacimiento de huellas de dinosaurio de Valdemurillo. Este tramo, con pendientes levemente más acusadas que los anteriores, pasa junto a la última área de descanso: la del Pozo de San Antonio.
Unos 100 m más adelante, en el km 5,1, la vía finaliza donde arranca la senda que da acceso, en unos 20 minutos, al yacimiento de Valdemurillo.
Casa señorial muy acogedora. La casa, una casa antigua señorial, es muy acogedora, y tuvimos la suerte de ser los únicos huéspedes. Además de la habitación, disfrutamos mucho del salón con chimenea. El dueño fue muy amable y te informa muy bien de todo lo que hay que ver por los alrededores. Sin ser una crítica, se echa en falta que no se sirviera allí el desayuno, sino en un restaurante cercano, propiedad también del dueño del hotel. Sí debo añadir que el desayuno era estupendo.